lunes, 26 de enero de 2009

Madrid a la cabeza en espíritu empresarial.

Los datos los arroja un estudio acerca de los usos del suelo y la vivienda.

Sabemos ya que la crisis ha subido entre un 7 y un 15% el precio medio de los alquileres. La construcción y la vivienda es uno de los motores básicos de nuestra economía y, al verse resentida la construcción y la venta, la reacción lógica ha sido subir los precios de los arrendamientos.

Pero el estudio no se basa en un fenómeno tan burdo como la simple subida del alquiler. La mente especulativa española va mucho más allá y de ahí la admiración generada tras esta diversificación empresarial en España en general y en Madrid en particular. El asombro y el aplauso generalizado se centran en los logros económicos de los arrendadores madrileños porque han sabido atajar la crisis con soluciones novedosas y efectivas, minimizando los errores y las quejas. Lo más temido de un avance, de una vanguardia, son las críticas y la oposición, las revueltas o la huelgas, pero el asunto del alquiler en Madrid ha sabido avanzar silenciosamente y sin tropiezos.

Una de las técnicas más extendidas ha sido la fragmentación de viviendas. En un pasado no muy lejano, la afluencia masiva de españoles que acudían a la capital en busca de un futuro mejor, motivó que barrios como el de Lavapies o Malasaña vieran cómo los grandes pisos de los edificios emblemáticos se dividían en pequeños habitáculos para dar cabida a una horda de individuos necesitados de un techo. Después vinieron los barrios de ladrillos y los edificios de obreros. Pero las viviendas quedaron formando parte ya del entramado de esos barrios "antiguos"

La historia tiende siempre a repetirse y la oleada de emigración ha traído consigo una nueva fragmentación. A medida que el rural se ha ido despoblando o gentes de diferentes países han llegado a la capital, se han incrementado las demandas de espacios habitables. La diferencia ahora es que los propietarios no quieren perder esta nueva oportunidad, con lo cual los microespacios se han dotado con mayores comodidades y esto tiene un nombre: los pisos comunales. Estas nuevas viviendas, de entre 200 y 300 metros cuadrados disponen, tras una concienzuda reforma, de duchas comunales, y varios lavabos para los inquilinos, una gran cocina de uso comunal y, incluso algunas veces, un salón para esparcimiento, para proporcionar la sociabilidad entre los inquilinos. Y luego están las habitaciones, el verdadero avance en este nuevo tipo de habitáculos: un espacio de unos 4 metros cuadrados con cama, lámpara, una mesita de estudio y una barra a modo de armario. Lo mejor es que la habitación está repleta de enchufes para permitir la conexión a cualquier tipo de aparato electrónico: ordenador, televisión, nevera. Un mar de comodidad.
¿El precio? A partir de 500 euros.

Madrid es una de las ciudades de mayor renta per cápita del país. Tras años de fragmentaciones ilegales de vivienda, y este es el logro empresarial más importante de todos, se ha conseguido que ya no sea algo ilegal, es más, existe una ley, pendiente de aprobación, que eliminará la obligación de declarar una vivienda en alquiler a todos los propietarios. Es una técnica que aporta beneficios en varios sentidos: incrementa la construcción ya que aquellos dueños de grandes espacios podrán solicitar reformas para fragmentar su vivienda, garantiza un mejor nivel de vida para todos aquellos que obtengan un mayor rendimiento de sus viviendas y evita el engorro de devolver dinero por poseer rentas demasiado elevadas además de fomentar a todos los propietarios a abrir sus viviendas al mercado libre de alquiler.

Otra de las variantes de esta nueva tendencia son los tejados. Antiguamente, los trasteros de la vivienda se construían en la parte elevada de las casas. Ya viene siendo común la denominación de buhardilla para este tipo de habitáculos, pero la nueva situación ha dado un paso más: alquilar los tejados. El procedimiento es el siguiente: se construye un pequeño espacio, una caja, digamos, de madera o cualquier otro material y se coloca en un tejado que no tenga demasiada pendiente, es como un agregado más. Esta tendencia va incrementándose día a día ante la facilidad de su colocación y la demanda que genera.

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